Para abrir este artículo es importante definir, qué se debe entender como déficit fiscal. Pasa cuando un Estado tiene más gastos que ingresos, en un periodo de tiempo.
Así, al final del sexenio de López Obrador tenemos el déficit presupuestario más grande desde hace más de dos décadas, siendo las métricas anteriores las de los Presidentes Fox con 1.2% PIB; Calderón con 3.6% del PIB; Peña con 2.1% del PIB y López entre 5.4-5.9% del PIB.
En este sexenio, el problema se origina ya que el Gobierno ha decidido gastar mucho más de lo que obtiene como ingreso, principalmente, en las obras insignias: el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto Felipe Ángeles, la adquisición de Mexicana de Aviación, así como mantener un flujo constante con el pago de las Pensiones del Bienestar.
Desafortunadamente, ninguno de los proyectos genera ingresos suficientes para sostener su operación diaria y si a ello le sumamos las enormes pérdidas de PEMEX y CFE, entendemos el porqué de esa cifra deficitaria.
Para poner en contexto a lo que nos enfrentamos, un punto porcentual del PIB significa $170 mil millones de pesos, entonces, no resulta complicado llegar a la cifra deficitaria total. Frente a la cual, hay que sumar la deuda histórica contratada por el gobierno que ha roto cualquier techo.
Pero, todo esto como empresario; ¿De qué manera me afecta?
Y la pregunta resulta sumamente pertinente, aunque la respuesta no nos va a gustar.
Pues bien, al ser necesario y urgente para el Gobierno la obtención de recursos naturalmente irá por las vías más conocidas:
- Contratar deuda nacional, siendo entonces el Gobierno un actor que competirá con los particulares, pero uno demasiado grande, por lo cual inmediatamente empujará a la alza las tasas de interés, encareciendo y dificultando la obtención de créditos, lo que se traduce en más déficit, más deuda, mayores tasas de interés, y menor crecimiento lo que lleva a una baja en la recaudación de impuestos;
- Contratar deuda externa. Lo que produce un alza en el tipo de cambio, resultando en importaciones más caras; y en ambos casos, más inflación lo que origina precios al alza, menor dinamismo existiendo reducción en la demanda de productos y servicios; y
- El incremento de impuestos, contribuciones y derechos, así como de servicios prestados por el Gobierno. Lo que además de lo anterior, reduce la competitividad nacional al encarecer cualquier inversión.
Entonces, el panorama anterior presenta uno con costos más altos, financiamiento caro y menor crecimiento y dinamismo económico, siendo indispensable para el empresario:
- Generar reservas financieras que le permitan hacer una inversión, prefiriendo aquellas que además le presenten una deducción o diferimiento de impuestos
- Tener cautela en la contratación permanente de personal (prefiriendo contratar por proyecto o por tiempo determinado)
- No inventariarse innecesariamente (el inventario al paso del tiempo, no valdrá más, sino todo lo contrario)
- Invertir en estrategias de mercadotecnia que ayuden a abrir nuevos mercados
- Mantenerse atento a las innovaciones tecnológicas que generarán vuelcos veloces y espectaculares en todos los giros de negocio para estar a la vanguardia
- Mantener una oferta irremplazable
Así pues, frente a este panorama poco prometedor, es momento de mantener unidad empresarial que nos permita fortalecer nuestros negocios y conocer nuevas áreas de oportunidad que amplíen el mercado meta.
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